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La Medicina día a día parece distinguirse más entre “Tradicional” y “Alternativa”, cuando en realidad estaríamos hablando de dos “hemisferios” de un solo “cerebro”.  El derecho, intuitivo, irracional, impulsivo y poderoso en creatividad y capacidad conciliatoria, con fuertes impulsos de globalidad, de integración, flexible a lo desconocido…y un hemisferio izquierdo, exquisitamente lógico, preciso, exacto en sus postulados, con una gran capacidad para ofrecer seguridad por lo que también se presenta  con cierta rigidez para el cambio.

La Medicina tradicional (alopática, corriente, el “hemisferio izquierdo”) ha legado al mundo un impresionante avance en la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación de un sinfín de enfermedades que azotaron y azotan hoy al planeta.

La Medicina alternativa (el hemisferio derecho) por su parte, ha legado también sus alianzas con las fuentes más ocultas de la vida y ha logrado escudriñar en no pocos de sus secretos curadores.

Sin embargo, ambas líneas no terminan hoy de ofrecer las respuestas más esperadas, y no precisamente por falta de fundamentos que expliquen sus opciones terapéuticas…

Quizás el “eslabón perdido” no radique pues en encontrar la “Verdad” en una u otra manera de “curar”; quizás el “divorcio de los hemisferios” sea en realidad la causa de marchar a ciegas por los desiertos de la curación, tal como se viven hoy  sus caminos divergentes.

Quizás si encontráramos el puente de estas dos dimensiones curadoras, halláramos acaso al Verdadero Sanador…

Si algo hoy surge claro de los dos hemisferios de la medicina, es que ya no son suficientes las fórmulas, las píldoras, las hierbas, los preparados de múltiples orígenes…se nos ha escapado una pieza y urge encontrarla…los miembros del equipo de salud (todos) estamos tratando de hallarla, pero también de manera divergente e increíblemente solitaria, ya que seguimos generando divisiones inexistentes y enredándonos en un sin fin de espejismos de estar, vivir y ejercer cual separados…llevando luego (aún con nuestras mejores intenciones a cuestas) esta estela de separación a los seres con quienes establecemos algún compromiso terapéutico, actuando disociados, tanto de los compañeros de labor del equipo de salud tan mentado y tan poco plasmado en hechos concretos,  como con aquel al que llamamos “paciente”, quien no sólo estaría “fuera” nuestro sino también, las más de las veces, “fuera” de su propio camino de curación…

Así, todos jugamos un rol en el gran teatro de la dispersión y el espejismo…los unos hacen como si curaran, y los otros, como si fuesen curados…pero en el fondo la verdad palpita y se expresa en nuevos desequilibrios sucesivos que acaban por desgastar la salud y la “paciencia terapéutica”, y entonces, los “que deberían haber curado” se enojan con un resultado que no condice con las reglas del juego del espejismo adonde “el médico debía curar” y “el paciente debía curarse”…y entonces uno de los dos acabará por acelerar la disociación y romper el compromiso de encastre, precipitando los tiempos de finalización tanto de la relación entre “quien debía curar” y  “quien debía ser curado”, como con la salud misma, generándose mayores abismos con la sanación perdida…

Así es como todos nos sentimos “echados del paraíso” una y otra vez, con todo el costo afectivo que ello significa, pero también, una y otra vez nos vemos tentados a “morder el fruto prohibido” de la separatividad, disociando todos los espectros conocidos de la relación humana…

¿Será el Corazón como órgano de compasión y puente entre el cielo y la tierra el que logre unificar los opuestos hoy irreconciliables?…

Deberíamos explorar los caminos del corazón ya que siempre hemos recorrido las rutas de la mente en sus componentes notablemente dotados pero carentes de todas las respuestas que hoy necesitamos.  Por eso acaso sea otro el camino que debiéramos recorrer, no alejados de la ciencia, la intuición y el arte acumulado, no generando más separaciones, simplemente abriéndonos a lo no explorado, a lo que no reconoce divergencias, a lo que está fuera del análisis, la discusión o  la necesidad de aprobación: aquel órgano presente, palpable, mítico y místico, tan real como intangible, tan sentido como oculto…¿porqué no empezar a recorrer el propio corazón hasta reconocer sus valores desconocidos y sus profundas funciones (aún la curadora) lamentablemente inexploradas?…¿porqué no  hallar y reconocer  en conjunto (en un solo latido “curador-curado”) el Corazón de la Medicina, hallando acaso en la conjunción de Propósito al Verdadero Sanador…Aquel que todavía no hemos conocido pero presentimos de una manera poderosa?.

Invoquemos y evoquemos en conciencia su Revelación…

Y ella pronto será…